VOLVER Y EL TIEMPO (Filosofía de una canción 22/2/2023)

Nac&Pop Radio 88.1, Cañuelas, Pcia. de Bs. As.

El tiempo es otro de los grandes enigmas que se nos abren en la existencia humana. Y como tal, la filosofía desde sus comienzos indagó sobre el tema. En general, se conoce la frase de San Agustín, filósofo medieval, que sostiene algo así como que sabemos lo que es el tiempo cuando lo vivimos pero cuando nos ponemos a reflexionar sobre ello empiezan los problemas. Se podría decir lo mismo de otros temas, claro, por caso el amor; pero el tiempo tiene además la propiedad de que implica el propio momento de la reflexión e implica a la persona que está reflexionando sobre ello. En este sentido podemos arriesgar que el tiempo no es aquello que marcan los relojes ni el almanaque, no es esa medición; hubo tiempo antes de que existan estos mecanismos y estas herramientas. ¿Qué es el tiempo entonces? No hace mucho que la física hizo su aporte postulando la teoría del big bang, esto que parece novedoso puede ser visto simplemente como una actualización con mas datos y mediciones de las antiguas teorías teológicas: el soplo de Dios, la creación, etc. El núcleo es el mismo, un momento sin tiempo, eterno, y algunos eventos que desencadenan el universo y con él el tiempo como sucesión en tanto este universo se expande. Otras preguntas caberían acá ¿en donde se expande el Universo si no hay nada por fuera de él? pero que si bien son interesantísimas no vienen quizás al caso; rápido, podríamos pensar que la lógica de lo que es infinito es distinta a lo de los mortales, algo que suena lógico, matemático y científico pero que tambien fue esbozado por las denostadas metafísicas hace siglos.

Desde la percepción consciente, desde el más acá, sin embargo percibimos el tiempo como viniendo hacia nosotros. Para ser correctos solemos tener una doble sensibilidad, sentimos la sucesión el paso del tiempo en el cuerpo que se hace más viejo, y a su vez percibimos que el futuro es lo que viene, se presentifica y luego se convierte en pasado alejándose. Espera, vivencia y memoria o recuerdo serían esos tres momentos de la percepción del tiempo. Ese ciclo sucede en todo momento en nuestra conciencia sin pausa, pensar en ello sin descanso nos volvería locos.

¿Pero es sólo sucesión el tiempo? Supongamos una melodía. Un sonido llega, luego otro, luego otro más. Si sólo fuera por la sucesión no podríamos darle sentido a eso, la conciencia necesita de la memoria para poder articular, darle forma, coherencia a eso que escucha e incluso esperar ciertos “futuros” y no otros, de acuerdo a lo ya aprehendido. Mientras escucho la melodía, la espero, no la creo en la conciencia, no creo ese destino, solo me sumerjo en el, lo acepto, de alguna manera. De ahí alguien podría decir, haciendo no muchos malabares retóricos, que el tiempo es circular o que ya está escrito, que rueda y se nos viene, o que es espiral. De hecho, la cultura, por ejemplo, suele tener una movilidad espiralada en lo temporal repitiéndose las modas de otros momentos pero en momentos distintos de la sucesión. Más aún, muchas culturas, actuales incluso, creen que el tiempo es una víbora que se come la cabeza a sí misma, que todo se repite hasta que algo divino marca el fín. Se puede vivir muy bien y ser exitoso en el siglo XXI con esa idea.

Como sea, hay “momentos” en los cuales pareciera que se rompe la sucesión, que nos parece estar en lugares donde ya estuvimos o en otro tiempo. Uno puede andar por una calle tranquila de un pueblo, a la siesta silenciosa, pasar por algunas casas viejas bien mantenidas y creer por un instante que estamos en 1914 o 1890. Borges trabajó mucho esa idea. Pero no es necesaria, desgraciadamente, tanta poesía: lo deja vú nos informan a diario algo similar.

Creo que el tango “Volver” plantea muchas de estas preguntas y otras mejores. El personaje de la canción que llega a un sitio donde ya estuvo hace un tiempo parece percibir la interrupción de la sucesión y abrirsele, al menos, el interrogante de qué es el tiempo entonces “que veinte años no es nada”. No obstante la idea final que redondea el tango sea la conclusión de que es imposible el retorno, porque se vuelve con canas, se vuelve con otra experiencia, se vuelve siendo otro; y se genera ahí la melancolía, ese sentimiento tan caro al tango. Borges, que odiaba el tango por este rasgo y a los italianos que lo cantaban por otra cosa, llega también a pesar suyo a las mismas conclusiones. En Nueva Refutación del Tiempo escribe:

And yet, and yet … Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino no es espantoso por irreal: es espantoso porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo desgraciadamente es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.

Por último, Dolina, borgeano y tanguero, señala la imposibilidad del regreso y además agrega que el dolor de un desamor radica en gran parte en el sentimiento subconciente o callado de que inevitablemente la sucesión del universo nos arrastrará hacia adelante, y vamos a olvidar esos momentos felices con quien amamos, y eso es terrible e insoportable.

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